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Mama, jo no passaré l’adolescència

Un dia, quan tenia 8 anys, la seva filla li va dir que no tingués por, que ella no passaria l’adolescència. I tenia raó.

Tanta preocupació que tenia la mare sobre com viuria l’adolescència la seva filla, i el millor que hauria pogut passar era que hagués passat una adolescència de veritat. Una de normal. D’aquelles que acaben quan es van fent grans, d’aquelles que demanen ser independents i buscar el seu propi camí.

Efectivament, no va ser mai adolescent, sinó que va passar de poncella a fulla seca de sense passar per flor. Un dia, i de cop, el seu somriure innocent es va congelar. La il·lusió que tenia la seva mirada fresca es va apagar, i els seus ulls blaus ja no van brillar més.

Sense passar per flor

Perquè a cada moment ella recordava com aquell home vell, en qui ella sempre havia confiat, li havia robat la innocència. De cop. I moltes vegades. Massa vegades per poder-ho oblidar.

I des d’aleshores tot estava malament. El sistema. La mare, el pare, les amigues, les parelles, els germans… Tot malament. Cridar no ajudava. Fumar tampoc.

Qualsevol ajuda la sentia com una amenaça. Ja no confiava en ningú, ni tan sols en ella mateixa. Perquè aquella persona en qui havia confiat tants anys li havia fet tant de mal.

I el pitjor: la família va trigar molt a creure la seva versió. No podien imaginar el que havia passat i molts van optar pel silenci, per fer veure que no havia passat res.

La mare intentava donar-li suport, però no ho aconseguia… com més volia fer-ho, pitjor resultat en treia. I la veia patir.

Perquè es mereixia ser feliç, com qualsevol noia de la seva edat…

Tant de bo pogués tornar enrere i esborrar aquelles taques que feien plorar de dolor l’ànima de la seva filla.

Tant de bo pogués tornar la il·lusió a aquells tristos ulls.

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No hay tetinas vivas que se puedan comprar

Hoy he leído con estupor en el País Negocios (de 22 de enero) que existen biberones «inteligentes», que «no interfieren en la lactancia», porque imitan la anatomía de la madre, a través de diferentes opciones de forma, tamaño de los pechos, pezón y el flujo de la leche. 

Fuente: cottonbro studio on Pexels.com

Qué pena he sentido al leer esto, cuando el bebé es quien, a través de conocer perfectamente el pecho de su madre, provoca un determinado flujo de la leche, tanto en en cantidad como en calidad, véase densidad, proporción de nutrientes, etc. según sus propias necesidades.

No es que la madre «sea así», sino que la lactancia es una relación a dos, en la que el bebé aprende a conocer a la perfección los pechos de su madre. Su conocimiento llega a ser tan profundo que puede dominar incluso el comportamiento de los diferentes alvéolos de las glándulas de la madre; es decir, en qué zonas los pechos producen más y dónde menos, y qué calidad de leche producirá estimulando aquí o allá según sus necesidades. Así, el bebé decide dónde y cómo quiere mamar, incluso cuánto rato hacerlo, porque el tiempo en la toma cambia las cualidades de la leche.

Por favor, no engañen a las madres con estas falsas publicidades, porque estos biberones, como cualquier otro de cualquier marca –incluidos los que dicen que son «iguales que el pecho materno»–, están incumpliendo el código de comercialización de sucedáneos de leche materna. Créanme: por algo se creó el código. No hay tetinas vivas que se puedan comprar.

Mucho mejor que un biberón que se parece sólo a vista de cualquier adulto al pecho de la madre (y que ni huele a mamá ni se estimula por zonas ni por tiempos), es, por ejemplo, el uso de un relactador (una sonda que va a parar al pezón del que sale la leche que se suplementa, sea la materna extraída o la artificial), o cualquier otro sistema que permita al bebé estimular al tiempo que seguir aprendiendo a mamar mejor del pecho de su madre. Incluso el uso de vasitos (que vienen con cualquier jarabe) o cucharitas son una gran opción. 

Llevo apoyando a más de 16.500 madres desde hace 24 años en una asociación internacional pro lactancia materna. Y si lo sigo haciendo es porque día a día sigo observando su empoderamiento a través de la lactancia materna. Gracias a ella se sienten necesarias, únicas, conocen a la perfección sus pechos, cómo funcionan, cómo estimularlos, incluso cómo extraer la leche con sus propias manos observando las zonas de su cuerpo en que más producen leche, y desarrollando habilidades relacionales amorosas y respetuosas hacia sus bebés, los adultos de mañana. 

No hacen falta más tetinas «que quieren parecerse» al pecho inigualable, amoroso y oloroso de una madre, porque eso es imposible. La lactancia es alimentación, defensas,  estimulación de todos los sentidos humanos; especialmente es creadora de relación, seguridad y confort.